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Articles by Joe Stowell

El propósito de Su bondad

Cuando era niño, solíamos cantar en la escuela dominical una canción que decía algo así: «¡Dios es bueno conmigo! ¡Dios es bueno conmigo! ¡Él toma mi mano y me ayuda a levantarme! ¡Dios es bueno conmigo!».

Dura disciplina escolar

De todos mis recuerdos de la niñez, hay uno que sobresale entre los demás. Aunque no tengo ni idea de lo que dijo mi maestra, me acuerdo claramente de que le contesté: «cállate». Ella me mando a mi casa; así que, me levanté y salí de la clase de preescolares, para caminar media cuadra, hasta donde yo vivía. Al entrar por la acera lateral, vi a mi mamá que sacaba los yuyos del jardín, detrás de nuestra casa. En ese momento, me enfrenté con una decisión estratégica: seguir avanzando y decirle a mi madre por qué había vuelto tan temprano de la escuela o dar la vuelta y regresar, para hablar con mi maestra.

Fracasados anónimos

Mi obligación es asar las hamburguesas, los chorizos, la carne o cualquier otra cosa que mi esposa incluya en el menú. Y, aunque no soy el mejor de los chef cuando se trata de cocinar al aire libre, me encanta sentir el aroma inolvidable de asar alimentos sobre las brasas de carbón. Por eso, la mención de las «brasas», en Juan 21:9, me llama la atención. Además, suelo preguntarme por qué Juan incluyó este detalle en la historia sobre el llamado que Jesús le hace a un fracasado Pedro, para que volviera a seguirlo y a servirlo.

Cuestión de perspectiva

Uno de mis cuentos favoritos trata de un ranchero tejano que ofrecía consejería agrícola a un granjero alemán, al cual le preguntó sobre el tamaño de su propiedad. Este respondió: «Casi 255 hectáreas». Cuando el alemán le preguntó al tejano cuánto medía su rancho, este le explicó que, si subía a su camioneta al amanecer y conducía hasta que anocheciera, todavía estaría dentro de sus tierras. Sin querer parecer menos, el granjero alemán dijo: «¡Yo solía tener una camioneta vieja como esa!».

Pequeñeces

Escéptico sobre la utilidad de un pequeño almuerzo, Andrés dijo a Jesús: «… ¿qué es [cinco panes de cebada y dos pececillos] para tantos?» (Juan 6:9). Sin embargo, esa pequeña porción, en manos de Jesús, se convirtió en una enorme bendición. Por eso, antes de pensar que no tienes mucho para ofrecer al Señor, considera esto:

Lo importante

Hace varios años, un amigo mío visitó una exposición donde se exhibían restos del famoso y lamentable viaje del Titanic. A los asistentes, se les daba una réplica de un billete con el nombre real de un pasajero o de un tripulante que, décadas antes, se había embarcado en el viaje de su vida. Después de que el grupo recorrió la muestra, donde vieron piezas de vajilla de plata y otros artefactos, la visita terminó con un giro inolvidable.

¿Sueños o decisiones?

He recibido muchísimos consejos buenos en mi vida. Casi en lo más alto de la lista, se encuentra esta sabia observación que hizo un amigo mío: «La vida no está hecha de los sueños que tienes, sino de las decisiones que tomas».

Visita real

Mi amigo Tim Davis cuenta que, cuando era niño, estuvo en Trinidad cuando la Reina Isabel fue a visitar la ciudad. Recuerda haber ido con sus padres, que eran misioneros evangélicos, para unirse a cientos de personas que se habían reunido para saludar a la reina. Agitando la bandera, observaba mientras el séquito pasaba por la calle: primero, los soldados; después, la guardia montada; y luego, la limusina desde donde ella saludaba a la multitud que la vitoreaba. Siguió mirando mientras la reina salía de la ciudad en su auto y dejaba atrás a todos, para que volvieran a su vida normal. Tim lo expresa así: «¡La realeza llegó a la ciudad y nada cambió!».

Al revés

Si me preguntaras quién soy, te diría que soy seguidor de Cristo. Sin embargo, debo admitir que, a veces, seguirlo es un verdadero desafío. Él me dice que haga cosas como regocijarme cuando me persiguen (Mateo 5:11-12), poner la otra mejilla (vv. 38-39), dar a la persona que quiere quitarme algo (vv. 40-42), amar a mis enemigos, bendecir a quienes me maldicen y hacer bien a los que me odian (vv. 43-44). Esta clase de vida me parece totalmente al revés.

Conducir sin luz

Siempre he pensado que podría superar casi cualquier situación si el Señor me anticipara el resultado. No dudo de que «todas las cosas […] ayudan a bien» (Romanos 8:28), pero me iría mucho mejor durante los tiempos difíciles si supiera exactamente qué aspecto tiene el «bien».